EL SECRETO DE LA ABUELA

 

Miguel y el Comisario




“Buenos días, Comisario. No sé si se acuerda de mí. Nos cruzamos en la Fiesta del Agua, nos presentó la Profesora. Soy Miguel, uno de los hermanos de Alberto.”

“Sí, ¡claro que me acuerdo de ti! Pasa, pasa...Me imagino que habrás venido para hablar de la desparición de la novia de tu hermano.”


“Es que tengo que contarle algo que no será muy breve.”

“Soy todo oídos y encima tengo la tarde libre, así que cuando quieras..”

“Cuando mi hermano Alberto despareció, León y yo éramos muy pequeños. Los recuerdos son muy borrosos pero hay momentos y conversaciones que se almacenaron en el disco duro de mi memoria. De niños, a veces tenemos el extraño poder de transformar la realidad que nos rodea en un mundo de ficción, las palabras que escuchamos se enredan en nuestra cabeza y poquito a poco van tomando forma; así que una rama seca se transforma en nuestra varita para vencer a una araña gigantesca que justo se esconde en nuestro cuarto, ponerse unos zapatos mágicos para echar a la bruja negra, esconderse bajo las sábanas como aventureros en la jungla para escapar del enemigo. Muchas veces, escuché a mi abuela contar experiencias misteriosas, de las que se leen en los libros, y siempre nos hicieron creer que eran nada más que leyendas. Pero entendí que las imágenes que yo guardaba dentro de mí no eran las de una peli, sino las de mi vida. Cada familia tiene sus creencias, sus hábitos y sus supersticiones, pero la nuestra tiene algo que quisiera enterrar.

Mi abuela a la edad de 11 años vivió una experiencia que marcó el resto de su vida. Sus amigas se llamaban Azahara y Aurora. La primera siemre dispuesta a ayudar a los demás y era la hija de un rico hombre árabe, la segunda muy emotiva y con una gran sensibilidad. Las tres amaban la naturaleza, la aventura y los cuentos. Pasaban horas leyendo y a menudo, a escondidas, se adentraban en el bosque de los Pinares. Decían que habían encontrado algo mágico, la puerta que llevaba a un mundo custodido por unos guardianes. Todo el mundo se reía de ellas, las consideraban como tres muchachas que no querían crecer, que seguían atadas a su niñez. Un día ocurrió algo terrible, las dos amigas desaparecieron atragantadas por un hoyo sin fin en la tierra. Mi abuela contó que fueron los dos guardianes, un hombre y una mujer, que se las llevaron, pero nadie le creyó porque, en el medio de los altos y tupidos pinares, no quedaba rastro del aquel hoyo. Mis abuelos le prohibieron que siguiese contando esta historia, le quemaron todos los libros y la encerraron en casa para que el tiempo pudiese borrarle el recuerdo. A veces el destino se burla de nosotros y una decena de años después, mi abuela volvió a toparse con uno de los guardianes a la salida de una tienda. Por un breve instante se miraron y él se alejó con su sonrisa triunfal entre los militares que habían llegado al pueblo. Unos meses más tarde, mi abuela se enteró que un ingeniero militar italiano iba a construir un pozo exactamente en el lugar en el que sus queridas amigas habían desvanecido para siempre. Entendió que aquel pozo iba a esconder algo siniestro y de hecho, como usted sabrá, muchos militares se volvieron locos y del ingeniero no se volvió a saber más nada.”

¿Quieres decir que lo que me estás comentando tiene algo que ver con la desaparición de Alberto?

Sí, y no sólo...”

De repente alguien tocó a la puerta y una voz de mujer interrumpió la conversación.

Comisario, una chica en el pasillo dice que necesita hablar con usted”

¡Qué espere!”

Dice que es la hermana del chico con el que está hablando”

Comentarios