Nada es lo que parece
El comisario habr í a preferido olvidarse para siempre del caso de Alberto y dejarse arrullar por la paz abrumadora de su casa, hundir su cansado cuerpo entre los cojines de su sof á para disfrutar de su televisor de ú ltima gama, pero aquellos dos hermanos tan ansiosos de descubrir y compartir con él la verdad le hab í an estremecido el coraz ó n. Eran solamente las siete de la tarde cuando los tres salieron de comisar í a, pero ya hab í a anochecido y los pinares que flanqueaban las carreteras de Tierra Escondida parec í an esconder extra ñ as sombras en movimiento. Un recuerdo flot ó en su mente y sinti ó la necesidad de meterse en la cama para taparse hasta arriba con su manta y huir de sus pesadillas como cuando era ni ñ o. La niebla empezaba a envolver el paisaje invernal y los pilotos traseros del coche de Estrella desaparec í an y aparec í an entre las curvas, las bajadas, las subidas, hasta que de golpe se apagaron. El coche estaba aparcado en un lugar donde la curva se